14 de abril de 2015

¿PORQUÉ?



Dicen que los caminos de Dios (por lo que se entienda Dios) son misteriosos y es cierto.

Por mucho que intentemos dirigir nuestras vidas o proponernos llegar a algún puerto en concreto, la más mínima piedra, nos deja la barca a la deriva y sin timón para encontrarnos con momentos o en lugares que nunca antes se habían reflejado en nuestros pensamientos.

Muchas veces creemos que la solución está aquí o allí y hacemos el esfuerzo titánico de alejarnos de todo y todos aquellos que no cesan de hacernos daño y te estás dando cuenta que te van empujando hacia el abismo. La cabeza y el corazón gritan PAZZZZ ….. y huyes hacia ésta imperiosa necesidad por instinto de conservación.

En principio, el silencio, la poca conexión con la gente, la libertad personal y la falta de obligaciones, no hay duda que va tranquilizando tu espíritu. Te serena y consigue que te encuentres a ti misma y aprendas a convivir con tus diversas personalidades y estados de ánimo: Maribel contenta, Maribel enfadada, triste, pensativa, romántica, activa, reflexiva, loca, dolida, solitaria, amante, juvenil, tierna, estúpida, inteligente, misteriosa, humana, caritativa, trabajadora, cabezota, humilde, sincera, fracasada, estudiosa, nerviosa, impulsiva, receptiva, comprensiva y algunas otras diversidades. Y absolutamente nadie que no haya tenido que vivir al menos un año a solas, puede comprender el peso psíquico que ésta situación conlleva, agravada por los pedazos de pasado que no dejan de ir resurgiendo al mínimo detalle que consiga sacarlos del cajón dónde los tenemos archivados; con la esperanza de que se llenen de polvo y telarañas bajo la capa del olvido. 

Pero no; sólo el alzhéimer y la muerte pueden conseguir la pócima letal que creíamos poder encontrar en la distancia. 

Así te despiertas una mañana y otra y otra … sin motivos que te aten a la vida. En un tiempo sin tiempo y en un espacio infinito de nada. Te quedas en cama más tiempo del debido porqué es una forma de que las horas caminen más deprisa y puedas girar las hojas del calendario. Cada hoja, un paso más para poder llegar a la puerta de salida.

Dentro de mi bola de cristal, he descubierto muchas respuestas en las que no había parado a pensar. La más importante es que me siento muy cansada. Físicamente y mentalmente, es como si hubiese estado luchando contracorriente 150 años. Fui infiltrada en un ambiente familiar maternal absolutamente tóxico y venenoso, donde las fieras se destruían unas a otras sin piedad ni descanso. Una pobre idealista tratando de cruzar la jungla.

A mis 70 cumplidos y después de casi 4 años de aislamiento voluntario, estoy en otro cauce del camino. No sé porqué sigo aquí, no sé porqué me levanto por las mañanas, no sé porqué como y muchas veces ni siquiera sé porqué pienso. 

Llevo un tiempo con un peso en el pecho que no puedo descargar. Necesito llorar pero ya no me quedan motivos. Es como, si todo lo malo que me ha pasado, haya secado mi capacidad de derramar lágrimas de sal. El dolor y el trabajo de aceptación ha sido tan grande y tan largo, que hace años ya me di cuenta que incluso había perdido mi capacidad de amar. Lo había dado todo con el corazón y a cambio fui desterrada de mis propias raíces y desechada en un campo estéril de tierra negra dónde esperaban me pudriese y quedase enterrada.

Es verdad que muchas veces deseé que esto pasara. Amaba tanto a esas personas, que si su felicidad era que yo desapareciese, morir era un pensamiento repetitivo en mi cabeza. Busqué ayuda, hice cursos para descubrirme a mí misma y cómo asirme a una rama salvadora que me apartara de esas turbulencias que, un día u otro, me hubiesen llevado a algo que yo entendía como “morir por amor”.

Y cuando ya mis responsabilidades de vida se habían terminado, apareció una luz. Una luz semiapagada que necesitaba amor y atención. Y ahí había llegado mi rama. Ella sigue siendo el milagro que apagó el eco y la razón de querer morir.

Aprendí que yo lo había hecho lo mejor que me fue posible; aprendí que yo tenía la conciencia tranquila; aprendí que otra persona sabía darme las gracias y abrazarme y supe que no era culpable de nada, sobre todo teniendo en cuenta que nunca se me había acusado de nada en particular ni nadie aceptó, en años, tener una conversación a fin de poder explicarme o, en caso contrario, pedir perdón. Hasta qué punto fueron crueles que lograron hacerme sentir culpable de algo que ni sabía. 

Y así volví a la superficie para seguir flotando. Han pasado 4 años y siempre estoy pendiente de que esa luz que pude reavivar, no vuelva a dejar de brillar. La vida no es fácil pero ella tiene el tesoro de la juventud, la alegría, tiempo para aventurarse y equivocarse. Ella cree que me debe mucho; pero no es cierto yo le debo mucho más: La vida.

Aunque no dejo de pensar día a día ¿porqué sigo aquí?? ¿porqué me levanto por la mañana?  …… giro la hoja del calendario .. y pasa el tiempo. ¿Porqué pienso?

13-4-2015