25 de septiembre de 2010

MERCÈ 2010

24 horas y se ha borrado del calendario el día de Mercè. Ha sido uno de esos días en que he tenido que desempolvar mi entereza para intentar no desmoronarme con los recuerdos ni dejarme invadir por la tristeza. Año 2010. El primer año sin padres a mi lado. Sin celebración del santo de mi madre ni comida de Restaurante con mi padre para rellenar su ausencia. Mi primer año de auténtica orfandad en la tierra.

Quisiera creer que en ese espacio de luz donde no existe el tiempo y las almas se reencuentran, hayan podido hoy unir sus buenos sentimientos y sus almas se hayan abrazado en su estado de nitidez y sutileza, contemplándome con amor y protección desde su privilegiado balcón del universo.

Ellos saben muy bien que mis previsiones de futuro me han fallado totalmente. Que no fui vidente sino ilusa y que mi esperanza de unión familiar en la vejez yace ahogada en lágrimas en la cuneta del camino recorrido. No sé ni dónde ni cuando. Solo sé que ya no mora en mi corazón. Mi familia era tan solo un espejismo en un desierto de sentimientos malignos y destructores. Nunca existió esa familia … la que decían que era mía. Nunca la sentí. Ni la conocí.

A las 12 de la mañana los gigantes y cabezudos desfilaban por las Ramblas de la ciudad. Si cerraba los ojos, podía verlos. Bailando al compás de las flautas a través de un asfalto abarrotado de niños sonrie
ntes, divertidos, felices. De muchas manitas se alzaban al cielo globos de colores: amarillos, rojos, verdes y saltaban para alcanzar a tocar el delantal de la giganta de Barcelona. La más guapa, la mejor vestida, la más altanera. ¡Ay los gigantes! Muchos son los mismos que se llevaron mis sonrisas de niña, mi alegría de juventud y mi fallida misión de transmitir la tradición a mis hijas y mis nietos. La cuerda se rompió y hoy no he sido capaz de ir sola a ver bailar los gigantes. No tenía derecho a enturbiar con mis lágrimas la inmensa e incombustible ilusión de los pequeños. Simplemente he puesto una lavadora y me he sentido vieja. Sin los gigantes ya no me siento niña. Sin la familia, no me siento viva. Desde mi casa no se oía el bullicio de la fiesta. He pasado la hoja del calendario y hoy para mí ha sido como un lunes cualquiera. Es cuestión de imaginación. Si nadie te menciona el nombre de Mercedes, desaparece ese día.

Mi querido e inolvidable abuelo; gracias por ser tu quién siempre me llevabas de la mano a ver esos altos cartones con caras de personajes antiguos sin que yo descubriese que, debajo de las faldas, había un señor que los hacía bailar con sus pies calzados con alpargatas de payés. Dejadme que a primeras horas del sábado piense, recuerde y escriba pensamientos. Ayer fue un día importante pero yo no estuve allí; en las Ramblas. No tengo padres ni abuelo que me lleven más a la Fiesta de la patrona de Barcelona. La Virgen de la Mercè. Entre la neblina de mi cerebro creo recordar que mi madre se llamaba Mercedes. Ayer era su santo pero ella tampoco estaba.

1 comentario:

  1. Que bien empleado el nombre de Mercedes para expresar el sentimiento de ausencia, de soledad, de vacío, de lo que podía haber sido y no fue, de volver la mirada hacia tu pasado lejano e inmediato y temer ahogarte en ese pequeño lago de lágrimas derramadas en silencio. Cuanto amor contenido por aquellos que nos dieron la vida. Solo "La giganta" es testigo mudo de tanto afecto perdido.
    Un beso
    Paco

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