3 de octubre de 2010

¿DÓNDE ESTÁ MI HOGAR?

Conozco a alguien, a quién sus circunstancias personales le han permitido refugiarse en su mundo interior y habitar en su hogar como en un santuario. Un espacio incomunicado del ruido exterior, de las gentes mezquinas, hipócritas, insociables e insensibles que siempre tienden a perturbar la paz que muchos seres extrapolados necesitamos, para sobrevivir en nuestro nido de plumas celestes, lleno de sentimientos que otros no pueden comprender, de músicas que otros no pueden oír y de palabras que la mayoría no entienden. Ha encontrado su lugar.

¡Qué suerte tiene! ¡Dichoso él! Puede oler su atmósfera limpia de desencantos, recostar el cuerpo en su cama y elevar los ojos a través del techo de cemento hasta escalar con su mente las más altas esferas dónde encuentra la luz universal y el lenguaje espiritual; y consigue aislarse. Sin tiempo, sin días ni noches; tan sólo él en esencia y la bóveda infinita.

En cambio, mi vida nunca me ha concedido una tregua lo suficientemente larga, cómo para poder imbuirme en ese estado que tanto necesito para encontrarme conmigo misma y con mis auténticos sentires, con mis almacenados soñares y mis retenidos llantos por no poder acceder a esa estancia solitaria y estática en un lugar construido de transparencia, de silencio, de intimidad y claridad mental donde alumbrar todas aquellas respuestas importantes que yacen dormidas en mi cerebro constantemente ocupado por responsabilidades y obligaciones terrenas que no cesan de irrumpir en mi camino.

Y pienso; no puedo abandonar las tareas por hacer que aparecen y desaparecen una tras otra en mi destino. Son importantes. No son nimiedades ni trastos que se puedan dejar abandonados pensando que otros los recogerán. Quienes llegan hasta mí, no tienen quién les de cobijo, ni amor, ni cuidados. Tal vez ese sea el trabajo que debo presentar realizado cuando regrese a mi esencia pura y primaria. ¿Y si por buscar, en mi egoísmo, la cueva de mi refugio interiorista regreso con las manos vacías? ¿si me equivoco?

Una vez más renuncio a mi propio yo y lo entrego todo en favor del altruismo, sigo brindando amor y calor humano mientras veo mermar mi estabilidad monetaria con el temor de que, a la vuelta de la esquina, la vejez también me sea injusta. Me dicen que tengo un corazón muy grande donde cabe toda mi abnegación y mi inherente coexistencia con y por el prójimo; quizás eso sea bueno. Pero, muchas noches cuando me acuesto y me doy cuenta que no puedo traspasa
r el techo de cemento que me cubre, nadie sabe cuántas veces dejo correr mis lágrimas porque no puedo ver las estrellas.

Afortunado amigo mío; cuando viajes por tus espacios abiertos al auténtico conocimiento, hazme un favor: Besa un cometa brillante por mí. Gracias.

1 comentario:

  1. En esta estancia protegida como el vientre de una madre, tejida por mil sueños de paz y amor, donde el silencio suele ser el rey por el que me dejo dirigir día a día, y desde el que tiendo en ocasiones pasarelas a través de mis muros, como este puente que ya tienes abierto aplastando mis temores y heridas pasadas, cicatrices de este ser tan sensible que comprende a la perfección tu alma espléndida hacia todos aquellos débiles de tu universo que se encuentran necesitados de tu luz, de tu fuerza, que a pesar de tu empeño en ponerle edad no la tienes. De nuevo la atemporalidad en cosas tan sencillas como es la caridad y el amor, ese que regalas casi sin saber cómo y porqué. Ahí es donde reside tu belleza. Cuestiónala pero no la abandones, pues es tu luz, la estrella que todos los días veo en este universo tuyo-mío.
    Besos

    ResponderEliminar