13 de noviembre de 2009

CARTA A EDUARDO





Buenas noches Eduardo: Son las 0,36 del día 21 de junio del año 2008. Acabo de llegar de un concierto de Adamo. Alguien que me une infinitamente a ti en cada una de sus letras.

Cuando venía hacia casa, he pasado por la Plaza de Catalunya donde todavía da vueltas el alto reloj del Banco de Bilbao. He cerrado los ojos y me he visto en los bancos que ahora dan a El Corte Inglés con la vista pendiente de la hora… las vueltas eran eternas y los minutos interminables. Tenía prohibido estar antes de la hora en la puerta del Baile del Novedades, hasta el momento en que tú disponías de un pequeño descanso y te fugabas del local para compartirlo conmigo en el Bracafé de enfrente, junto a Radio Barcelona. Ya venía muy sensibilizada por las canciones y no me ha costado nada retroceder en el tiempo. De pronto, me he sorprendido a mí misma cuando me ha dado la sensación de que, en realidad, no ha pasado el tiempo. Que de aquellos momentos hasta ahora, no se distingue ni un segundo de distancia. Y es que en la eternidad no existe el tiempo. Lo he leído en muchas partes… ETERNIDAD. Esa palabra significa siempre y para siempre.

Hoy estoy haciendo algo que jamás había hecho. Yo que escribo y he escrito tantísimas cartas, nunca se me había ocurrido escribirte, ponerle como sello un beso y enviar cada una de mis palabras al infinito para que recibas noticias mías y sepas todo lo que necesito decirte hoy. Exactamente hoy en que has estado conmigo en el Palacio de la Música escuchando también nuestras antiguas canciones y creo que, en alguna de ellas, incluso has intentado enjuagar las incontenibles lágrimas que surgían del interior de mi corazón con todo el amor que te sigo guardando sin que jamás desaparezca ni se pierda en el pasado. Te tengo y te guardo como dice una letra de Adamo, cuyas palabras repetía unánimemente a él, pensando en ti.

¡Cuántas cosas nos hemos perdido Eduardo! ¡Cuántos momentos maravillosos! Incluso ahora mismo si la historia hubiese sido distinta. Si tu no hubieses sido tú y yo no hubiese sido yo.

Durante el recital, mi cerebro pasaba la cinta de nuestra película y no paraba de pronunciar frases que han quedado marcadas en mi memoria por la importancia de su significado en nuestros destinos. Ha sido una noche contigo; una noche para ti. Tan sólo para ti. Nadie de esta tierra podía estar físicamente a mi lado hoy. Estaba creada para nosotros. Para nuestros recuerdos y para el increíble amor que, aún sabiendo ahora mismo todo lo que sé de ti y aún habiendo huido de mi lado cuando creíste que las cosas se habían complicado, no puedo explicarme como sobrevive a todas mis experiencias y a todos mis sentimientos. Te quiero. No igual que antes. Más que antes. ¿Y sabes porqué? Porque ahora no puedes defraudarme. No puedes dañarme. No puedes engañarme. Pero si que pueden llegarte mis sentimientos. Aquellos limpios y puros que tú quisiste respetar hasta el matrimonio y que se quedaron ahí impolutos y blancos, marcados a fuego en mi alma PARA SIEMPRE. Y para siempre es igual a eternidad y a infinito. Hasta ahí llega mi amor.

La esperaba. Esperaba la canción Mis manos en tu cintura para cerrar los ojos y oír tu voz cantándola en mi oído, mientras apretabas mi cuerpo al tuyo. Me he estremecido al darme cuenta que, físicamente, sentía la misma sensación de antaño. De mis inexpertos y desinformados 18 años cuando no sabía descifrar qué era aquella inclinación de entrega absoluta, de temblores desconocidos, de un vacío en el estómago que sabía no era hambre y de algo muy fuerte que parecía explotar en mi pecho. Mas tarde aprendí, se llamaba deseo. ¡Dios mío! Las veces que pensando hoy en ti me he sentido igual. ¡Cómo es posible que se pueda volver a mi candidez de los 18 años! Con todo lo que la vida me ha enseñado ya. Puedo afirmarlo. Es así….los estados físicos con sensaciones de muy atrás en el tiempo, pueden volver a experimentarse, tan sólo si existe un resorte mágico. Un botón que rebobine nuestra mente al pasado: un lugar, una música, una frase, ……. Y debo confesar que es precisamente por eso por lo que me reprimo de escuchar tus discos o leer tus cartas tan a menudo como desearía. Porqué, cuando lo hacía, era como una droga a la que estaba enganchada y, de haber seguido, seguramente ya no estaría aquí. Como más cerca y más dentro te sentía, más grande era mi necesidad de ir a reunirme contigo. Probablemente, siempre hubo algo que me frenaba y era la idea de que, al suicidarme, quizás no te encontrase al otro lado y eso no lo hubiese podido soportar. Así que decidí guardar celosamente mis mayores recuerdos y esperar a que el destino me lleve al final que tenga adjudicado. Es cierto que no hay ninguna garantía de que sea tu mano la que se extienda para asirme en el vuelo; aunque no hay nada en lo que tenga mas esperanza para cuando llegue mi muerte física. Juntos para toda la eternidad… ¡seré peliculera! Como el final de Cumbres borrascosas. No he cambiado. Sigo siendo una romántica irreprimible. Pero no lo digas a nadie. Ahora es un secreto. Nuestro secreto.

Durante un par de horas has llenado el libro de mis recuerdos:

Detrás de la puerta de la escalera de mi casa, con la luz apagada, nos estábamos besando apasionadamente ¡tus besos! Ni puedo pensar en ellos. Jamás nadie me ha sabido igual. Me sentía absorbida por ti. En cuerpo y alma. Pero no sabía nada del amor, ni del sexo…. Tan sólo sabía que algo que me atraía a ti desesperadamente, y necesitando imperiosamente, entrar en tu cuerpo y convertirme en mi yo, dentro de ti; y ni sabía porqué me daba cuenta que el momento era muy “especial” que quizá estaba a punto de resolver alguna incógnita de la que ni tan sólo tenía noticias.

Haz conmigo lo que quieras te dije y tú me respondiste:-No. Te respetaré hasta el matrimonio. Si te hago algo mi madre me ha dicho que me pone la maleta en la puerta. Que tú no eres como las otras y eres distinta. Y tiene razón.

Me besaste con rapidez y te fuiste. Yo subí los 109 escalones de mi casa, despacio, intentando averiguar qué era lo que me había pasado y qué era en realidad lo que podías haber hecho conmigo. Nunca lo supe.
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-Si vuelvo a venir tendré que traerme el pijama
Llevabas casi un año acercándote a llenar mi vida vacía, de cuando en cuando. Nos tomábamos una cerveza, unas aceitunas; yo te contaba mi desdicha con mi marido y luego me llenabas de risas y alegría con tus siempre malísimos chistes. Jamás te propasaste. Dos besitos en la mejilla a la llegada y otros tantos a tu marcha. Me decías que mi pequeña Montse era preciosa e incluso le regalaste un juego de sabanitas. Nadie te ha ganado en detallista. Siempre supiste que no era cuestión de dinero. Era cuestión de cualquier tontería tan sólo para mí. A tu lado, viví los días y la época más feliz de mi vida. Encendías en mí una ilusión tan grande que aún hoy sigue iluminando mi oscurecido interior.

Cierto día, dijiste la frase del pijama y yo lo entendí. Jamás había engañado a mi marido. Ni se me había pasado por la cabeza. Era un gran pecado. Estaba prohibido. Te dejé marchar sin ninguna respuesta, y pasaron quizás un par de meses. A solas, ponía la canción “La noche de anoche”; la primera que te oí cantar por la radio. Lloraba y buscaba la decisión en mi cabeza. Mi cabeza decía que NO. Que no podía hacerlo… que qué pasaría después de hacerlo …. Y los pensamientos se liaban como una madeja de lana deshilachada tirada desde un balcón. Mi corazón me gritaba: NO PODRÉ VIVIR SIN ÉL. NO PUEDO SOPORTAR LA IDEA DE NO VERLE MAS. DE NO TENER SU COMPAÑÍA Y, SI SU COMPAÑÍA TENÍA QUE PASAR POR ESTO, DEBÍA HACERLO. ACEPTAR.
Te llamé desde una cabina telefónica y te dije: - Tráete el pijama. Y sucedió….. sucedió algo que tenía que haber sucedido de una forma, en un lugar y en una situación totalmente distinta a la en que se hizo realidad.
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-Tú tienes dos y yo tengo tres. ¿Qué hacemos?
Mi madre me llamó diciendo que fuese inmediatamente a su casa. Llegué en un taxi y te encontré sentado en su sillón, con una copa de coñac en la mano. Estabas bastante bebido. Ibas mal vestido con ropa perteneciente a tus actuaciones y que estaba tan raída como tu cuerpo. Me asusté al verte: delgado, con un brazo que no se manejaba a tus órdenes y con esa pinta extravagante y empobrecida que causaba auténtico rechazo. ¿porqué ese día viniste a mi? ¿porqué me preguntaste qué hacíamos con los 5 hijos que teníamos? … tampoco había respuesta … ¿qué te trajo a mí? Y ¿porqué en esos malos momentos?. Me asusté. Y mucho. Pensé en mis hijas y en cómo podríamos subsistir junto a ti que no tenías dinero, ni trabajo y estabas muy enfermo??? Creo que sentí como si una montaña se me viniera encima. ¡Tantísimos años esperando palabras parecidas! Y las dijiste cuando era demasiado tarde. No podíamos empezar un camino con tanta carga, tanta responsabilidad y con inexistentes medios de vida. Pero estabas bastante bebido y con la excusa de que hablásemos otro día te llevé hacia la puerta; te besé, me besaste, besos distintos, distraídos… sin compromiso y te mandé a tu casa. No te vi nunca más. Al cabo de un tiempo, por pura casualidad, tu hermana me comunicó que habías muerto. Te has llevado contigo toda una historia llena de preguntas sin respuesta y de un prometedor principio, con un dramático final…….

Mas ese amor es una pena que siendo hermoso tenga un final…… la voz de Adamo, me ha rescatado de mi ausencia mental….. y es entonces cuando me he dado cuenta que hacía mucho rato que estaba llorando … ¿por ti? O ¿por mi? Seguramente tampoco nunca lo sabré.

Por eso hoy en que puedo afirmar que ha sido Nuestra Gran Noche, necesitaba escribirte una carta. Si los pensamientos y los sentimientos llegan hasta ti, espero que la recibas, la leas y sepas que aquí en el planeta tierra, todavía existe alguien que no te olvida y que ya sabes que siempre te ha pedido que la esperes… no te vayas sin mí.

No me preguntes porqué, pero TE QUIERO

Maribel

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