4 de marzo de 2010

¿Cuántas noches han sido?

65 años, 2 meses y 3 días multiplicados por 365 = 23.790

Y esa cuenta es el resultado de que jamás pasé ni ya nunca pasaré una sola noche contigo.

Suelo subirme a las nubes rosadas para imaginarme, en aquél tiempo (yo 18 años y tú 25), poder quedarme abrazada a tu piel morena con mi cabeza reposando en tu pecho. Dejarme llevar por los sentimientos que todavía hoy siguen vivos en mi interior y notar como tu mano acaricia suavemente mi pelo mientras tus inolvidables besos que conseguían evadirme de la existencia y el lugar, besan mi frente …. Oír tu prodigiosa voz susurrándome al oído: Te quiero, te quiero …..

Nada he deseado más en mi vida que mi destino hubiese estado ligado al tuyo en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte nos separase …… ¡Un cuento de adolescente! Mi historia de pobre lechera convertida en princesa de la mano de todo un hombre lleno de vivencias, de cariño, de sensibilidad y de grandes dotes de atracción para con la niña sin experiencia ninguna y sin conocimiento de cual ni cómo era el camino que empezar a recorrer.

Tú lo sabías muy bien. Tu sexto sentido del corazón pintó la flecha roja a seguir y te ataste a mí sinceramente, llanamente, adorablemente extrovertido y protector. Habías encontrado un diamante en bruto. Algo que a tus 25 sumamente vividos años jamás habías descubierto. Empezaste a moldearme para ti, de tal manera, que jamás he sido capaz de sentirme acoplada a ningún otro hombre. Nadie eras tu. Y mi unidad completa tan sólo podía completarse con tu mitad.

Me protegiste tanto que dejaste tu obra a poco de empezar. Una mujer hecha y derecha, como se decía antes, te separó dolorosamente e irreparablemente de mi lado. Esas eran las historias reales que sucedían en aquella época. Sexo con las que se dejaban y virginidad e ignorancia para las niñas que todavía no estábamos diplomadas en nada. La mayoría de edad era a los 21 años y yo ni siquiera tenía permiso para llevar zapatos con un poco de tacón. Aquella que se acostaba, simplemente estaba preñada. Y yo que ni siquiera sabía que existía algo llamado sexo; en realidad tan solo supe dilucidar que te había perdido. Para siempre.

Suelo pegarme un buen morrazo cuando me bajo de esas nubes. Cuando todas esas miles de noches sin ti caen como una gran montaña de piedras sobre los recuerdos de mi secreto y triste amor. Las piedras lapidan los años, los días, minutos y segundos pero no pueden arrancarte de mi interior. Muy al contrario. Hacen que ahora que tu espíritu voló como el de Nino Bravo hacia las estrellas, por fin seas de verdad tan solo mío enterrado entre mi propia sangre y mi yo interior. Yo soy tu y tu eres yo. En el infinito y para la eternidad.

Qué mejor lugar para tenerte todas las noches. Tal como decías en tu canción: Buenas noches mi amor .. y recuérdame en tus sueños. Aunque ya estés muy lejos de mí, buenas noches mi amor.

Madrugada 4 marzo 2010

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