5 de junio de 2010

Feliz cumple papa


5 Junio 2010.

Si estuvieses aquí, hoy cumplirías 92 años. Esos 92 años que tú siempre decías tener cuando te preguntaban la edad y yo te regañaba diciendo que todavía no habías llegado. ¡Estoy en ello! contestabas.

Finalmente, no has conseguido apagar tus 92 velitas y después abrazarme como lo has hecho durante los 7 años en que he tenido la oportunidad de convivir realmente contigo. Ese tiempo en el que he conseguido conocer no al padre sino también al hombre, a la persona, al ser, al alma que llevabas dentro. Y no todo me gustó. Me sorprendí al no encontrar a ese papi que yo tenía subido en un altar rodeado de luz y perfecto en los pocos momentos que tenías para mí. Yo no me daba ni cuenta que eran pocos. Siempre me traías un detalle, a pesar de estar fuera, incluso días, siempre volvías con las manos llenas para tu niña. Y yo te esperaba con los brazos abiertos.

Se rebobina en mi memoria ese día de feria en el barrio en que, después de varios disparos con la escopeta de balines en la barraca de tiro, conseguiste ganar aquella muñeca que yo tanto deseaba. En el colegio, al día siguiente, no paré de contar a las compañeras que eras un gran tirador; ¡Es que mi padre ha estado en la guerra! decía con mucho orgullo y ¡claro! tenías una excelente puntería. Con el tiempo, supe que habías hecho un pacto con el feriante y, sin que yo lo supiera, se la habías comprado por su precio real. Luego, hiciste un par de jugadas y con mi gran admiración, tuve la muñeca entre mis manos. ¡Eras el mejor padre del mundo!

En otra historia mucho más dramática tu inteligente intervención me salvó de mi terrible depresión y desespero cuando, después de dos años en los abogados, me quedé varios meses sin encontrar trabajo alguno. Tú me conocías tan bien, que sabías de mi absoluta negación a pedirte ayuda. Que quería salir adelante sola. Llevaba la carga que voluntariamente acepté desde el principio: dos hijas para subir, alimentar, educar, cuidar y luchar. Pero yo estaba segura que Dios abriría una ventana … quizás mañana, me decía día tras día. El tiempo pasaba y tenía que extender mi mano para aceptar tu ayuda. La ayuda de un padre que tan sólo contaba con su sencillo trabajo y se sacrificó siempre al máximo para que a nadie le faltase un plato en la mesa. Y menos a tu hija y nietas. Cuando mi desesperanza llegaba a los peores límites, me llevaste a la papelería de un conocido tuyo y él me ofreció un lugar en la tienda: un sueldo y se abrió esa ventana que yo esperaba. Aumentó mi autoestima, la seguridad en mi misma y sequé las lágrimas de muchos meses de miedo, de hundimiento, de desesperación. Estuve allí hasta que apareció otra oportunidad más clara. ¡Qué ilusa era! Jamás me fijé en que mi nómina era tan sólo por la mitad de sueldo que yo recibía. Se me dio la explicación de que era para no declarar tanto al Estado. También el tiempo me descubrió que todos los meses, tú pagabas la mitad de mi salario y, de esta manera, yo no descubrí nunca que me estabas ayudando. Algo que sabías yo odiaba.

Seguro que si me pongo a pensar aparecerían miles de historias como estas; miles de pequeños detalles. Siempre tu para mi y yo para ti. Cuando pienso en ello, me parece poco todo lo que he intentado regalarte en 7 años. El amor no lleva factura, ni tampoco IVA; no tiene precio pero espero que haber sido mi padre nos ha concedido el tiempo suficiente para intercambiar momentos de ternura, de enfados, de conversación, de diferencia de opiniones, de tener que soportar mis rabietas de niña mimada y caprichosa, de tener que sacarme a base de sacrificios de los grandes líos en que yo me metía y aceptarme sin reproches tal como soy … o mejor dicho, tal como era … las espinas del camino nos cambian a todos con los años. Por mi parte, convivir contigo me llevó a conocer a un hombre que tenía sus propios egoísmos: la comida, el fútbol, el puro y que acostumbraba a escaquearse para sentirse libre y hacer lo que él quería sin ser controlado ni criticado; que no hacía absolutamente nada para cambiar sus equivocaciones, que se gustaba tal como era y consideraba que siempre tenía razón y, consecuentemente, muy difícil de manejar o hacer pasar por otro camino que no fuese el suyo. Y es que, como ciertamente se dice, nadie es perfecto. Nuestro Diario de a bordo (como a ti te gustaba decir) está lleno de vida y de muerte, de errores y aciertos, de celos y amor, de confianzas y desconfianzas, de alegrías y penas, de peleas y perdones, de plenitudes y ausencias, de ilusiones y desencantos, de verdades y mentiras, de abrazos y de insultos, de miedos y seguridades, de concesiones y egoísmos, de risas y lágrimas ….. Hemos compartido una larga travesía y no éramos más que dos seres humanos, terrícolas e imperfectos. Nuestros mutuos sentimientos han sobrevivido a las tormentas, a las incertidumbres y, aunque no queramos reconocerlo, la mayoría de veces, en la sensación de haber perdido el rumbo. Para bien o para mal, siempre juntos, aún después de la muerte.

Por eso padre, hoy 5 Junio 2010 quiero que sonrías y apagues la vela de tu pastel espiritual: Una vela; la de tu primer aniversario celebrado en la otra dimensión desde la que sigues a mi lado, aunque mis ojos no te vean. A partir de ahora, para esta fecha, vamos a contar el tiempo hacia atrás : Las velas que nos faltan para estar otra vez unidos.
FELICIDADES PAPA

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